"Anghell"Carlos Vico Lacosta, Oleo sobre tela
¿Pintas la realidad de un sueño o un sueño hecho realidad?
—Las dos cosas. En este proceso misterioso que se da en la creación, los estados se alteran de algún modo, la conciencia se expande y la sensibilidad se ahonda. De manera que muchas veces no se puede saber que parte hay de un sueño y qué parte de una realidad plasmadas sobre la tela, y cuál de las dos tiene más peso. El inconciente con sus mensajes juega un papel más que importante al momento de componer, algo que se maneja por sí mismo, que se planta en el umbral de la puerta de la mente y las percepciones y dice “aquí estoy” . Inevitablemente uno le hace lugar, lo deja pasar porque en estos casos no somos dueños de las decisiones.
¿Te sientes parte de un grupo pictórico concreto ahora mismo?
—No lo sé, realmente. Como tengo varias influencias, no me siento parte de algo concreto. En todo caso el tiempo, la historia, algún crítico de arte, se encargarán de encasillarme en algún agujero...
Háblanos un poco de como defines tu pintura y que pretendes con ella…
—¿Qué pretendo con la pintura? Creo que hacerme millonario como Dalí, y luego gastármelo todo en drogas duras… (risas) No sé si pretendo algo en realidad. Es como querer explicar el amor. El amor de hace, se construye. El arte también. Creo que de algún modo se busca la felicidad en el “hacer” artístico, aunque a veces los procesos de búsqueda sean angustiosos. Hay crisis con el estilo, en otros momentos las influencias son tan fuertes que uno siente que se despersonaliza y que su pintura se parece a tal o cual. En cuanto a definir mi pintura, siempre es complicado. Los distintos estados anímicos van marcando etapas. Y estas en mi caso se dividen en períodos místicos, otros en momentos de idealismo donde cada composición pretende dejar un mensaje que uno considera importante; por etapas pintar es sólo diversión y goce sensorial, y allí aparece el humor encajado en la obra.
¿La realidad se transforma al pintarla o se refleja como parte de un ideal?
—Se transforma la propia realidad, y quizá una buena obra modifique el momento sensorial de quién la observa. Si funciona así, vale. Esto en el plano de la percepción artística. En cuanto a la realidad que estamos viviendo a nivel mundial, la imagen no es nada ideal para nadie. O sea que debemos dividir entre realidades abstractas y realidades concretas, y de allí podemos pensar en cuestiones de ideales.
¿En algunas de tus pinturas has plasmado situaciones que han sucedido en el pasado?
—Sí. Por ejemplo en uno de mis cuadros de la primera etapa que se titula “detrás del ruego”. Allí manifiesto mi tristeza por lo que entonces se llamó el “Apartheid de Sudáfrica”. Luego está liberación, que es una obra simbólica con un mensaje universal y atemporal. También el “Buenos días Miss Liberty” que fue inspirado por sucesos bélicos desarrollados por estados unidos.
¿Cuáles son tus artistas más admirados y de cuáles piensas que puedes haber recibido alguna influencia?
—Mi primera influencia es de un dibujante que nunca conocí el nombre. Yo tenía algo así como 5 o 6 años y me impactó el dibujo de un grillo vestido con galera y frac, y que gastaba un bastón de lo más elegante. Estaba en el frente de una caja de lápices de colores. Me enamoré de ese grillo de tal forma que lo dibujé muchas veces. De allí no paré casi nunca de dibujar. MI decisión de ponerme a pintar fue gracias a que vi unas láminas de pinturas de Dalí. También en ese momento quede shockeado y esa fue mi primera influencia fuerte. Luego mis inspiradores fueron Vito Campanella, Giger, De Chirico, el argentino Chichóni… Por eso hablaba de los momentos de crisis en el estilo. Uno mira las pinturas de estos genios y siente que se anticiparon, que uno tenía que haber pintado esas obras, que de algún modo ellos nos han robado algo, aunque nos estén dando mucho. En muy complicado no tratar de imitarlos, pero de algún modo, cuando se cruzan en nuestras vidas, ya dejan su impronta , una huella tremenda que se manifiesta en los detalles de nuestras creaciones.
¿Qué piensas del papel de las nuevas tecnologías como Internet en la promoción de la cultura y el arte?
—Que es un medio tremendo, que es agilísimo e interesante, y nos permite mostrarnos de un modo que nunca hubiéramos calculado ni imaginado. Para mí sigue siendo todavía algo mágico, que me llena de asombro constantemente, por muchos motivos que no sólo tiene que ver con el arte…
¿Creas para ti mismo como goce del arte considerando que en ese acto los ojos del observador conocerán tu interior?
—No pretendo que alguien conozca mi interior a través de mi pintura. En todo caso lo que intento es una forma de diálogo con quien observa los cuadros. De allí que por el modo, el estilo o los colores alguien intente conocer al ser humano que se disfraza de artista, es una cuestión que queda a criterio del observador. Y las interpretaciones pueden ser múltiples. Por ejemplo, muchas veces me preguntaron que esconde esta etapa metálica-robótica por la que estoy transitando. “Hay algo que ocultas de ti tras esas máscaras, tras esas especie de armaduras” Yo no lo sé, ni tampoco gasto desvelos pensando. Otras personas ven todo lo contrario: alguien que tiene una visión abierta, futurista de la vida, un sentido del humor algo morboso y que busca cierta originalidad. Pero también, por otra parte, me dijeron cosas de mí observando las obras, y he quedado sorprendido por la justeza de esas valoraciones. Creo que por momentos los cuadros son libros abiertos, diarios íntimos, aunque en mí no está esa intención. Más allá de todos los procesos y momentos, pintar es un goce, una tela en blanco es una ventana abierta hacia el infinito, algo que provoca sensaciones memorables.
¿Cuál consideras que es tu mejor obra?
—Es imposible saberlo. La última, o la que está naciendo sobre el caballete aspiramos a que sea la mejor, por muchos motivos. Pero el mismo proceso de creación, la rutina del trabajo, hacen que esa sensación primera tal vez se diluya un poquito, y la obra pase a ser parte de un todo, otro hijo más, otro parto más, un eslabón importante también de nuestra herencia artística, y no algo especial.
¿Consideras que pintar es una necesidad en ti?
—NO creo que moriría si dejo de pintar. (risas) Pero considero que es tanto parte de mí como un miembro más que se necesita en muchos momentos. He estado más de dos años sin tocar un pincel y pude sobrevivir sin mayores daños psicológicos… Ahora, si me peguntas si el “arte” es una necesidad para mí, te respondo que es más que eso: es mi sangre, mi razón de ser felíz, el escape y la motivación. No podría vivir de otro modo que no sea creando. Me considero afortunado pues en los momentos en que no podía pintar nada, he escrito poemas, cuentos, cinco novelas, obras de teatro, ( en las que he dirigido y también actuado) hago un poquito de música… Fundamentalmente es una forma de sentir la vida, y es lo que me permite expresarme en varios lenguajes diferentes que son parte de un todo.
Entrevista al pintor Carlos Vico Lacosta.
Por Carmela Viñas (España)
¿Qué es lo que te mueve a pintar?
—Siempre fue un impulso extraño, un motor mágico e inexplicable, por decirlo de modo poético. Como dibujo desde niño, esta sensación ya es familiar, una parte de mi esencia, y no podría imaginar la vida de modo diferente.
¿Das primacía a un color determinado y por que?
—El color normalmente nace casi sin darme cuenta. Hay una inclinación hacia los azules y violetas casi natural, aunque en la primera etapa explotaba una gran variedad de tonalidades que partían desde el azul. Las mezclas se van dando en esa búsqueda que tiene que ver con el todo, la composición de espacio y forma, mensaje y clima. A veces, muy pocas, especulo con un color determinado de acuerdo a tema de la obra, pero en general es sólo por experimentación y voy improvisando sobre la marcha. NO necesariamente hay un por qué en la elección del color, sino que surge del estado de ánimo, y muchas veces veo la composición mental en una gama determinada.
Por Carmela Viñas (España)
¿Qué es lo que te mueve a pintar?
—Siempre fue un impulso extraño, un motor mágico e inexplicable, por decirlo de modo poético. Como dibujo desde niño, esta sensación ya es familiar, una parte de mi esencia, y no podría imaginar la vida de modo diferente.
¿Das primacía a un color determinado y por que?
—El color normalmente nace casi sin darme cuenta. Hay una inclinación hacia los azules y violetas casi natural, aunque en la primera etapa explotaba una gran variedad de tonalidades que partían desde el azul. Las mezclas se van dando en esa búsqueda que tiene que ver con el todo, la composición de espacio y forma, mensaje y clima. A veces, muy pocas, especulo con un color determinado de acuerdo a tema de la obra, pero en general es sólo por experimentación y voy improvisando sobre la marcha. NO necesariamente hay un por qué en la elección del color, sino que surge del estado de ánimo, y muchas veces veo la composición mental en una gama determinada.
¿Pintas la realidad de un sueño o un sueño hecho realidad?
—Las dos cosas. En este proceso misterioso que se da en la creación, los estados se alteran de algún modo, la conciencia se expande y la sensibilidad se ahonda. De manera que muchas veces no se puede saber que parte hay de un sueño y qué parte de una realidad plasmadas sobre la tela, y cuál de las dos tiene más peso. El inconciente con sus mensajes juega un papel más que importante al momento de componer, algo que se maneja por sí mismo, que se planta en el umbral de la puerta de la mente y las percepciones y dice “aquí estoy” . Inevitablemente uno le hace lugar, lo deja pasar porque en estos casos no somos dueños de las decisiones.
¿Te sientes parte de un grupo pictórico concreto ahora mismo?
—No lo sé, realmente. Como tengo varias influencias, no me siento parte de algo concreto. En todo caso el tiempo, la historia, algún crítico de arte, se encargarán de encasillarme en algún agujero...
Háblanos un poco de como defines tu pintura y que pretendes con ella…
—¿Qué pretendo con la pintura? Creo que hacerme millonario como Dalí, y luego gastármelo todo en drogas duras… (risas) No sé si pretendo algo en realidad. Es como querer explicar el amor. El amor de hace, se construye. El arte también. Creo que de algún modo se busca la felicidad en el “hacer” artístico, aunque a veces los procesos de búsqueda sean angustiosos. Hay crisis con el estilo, en otros momentos las influencias son tan fuertes que uno siente que se despersonaliza y que su pintura se parece a tal o cual. En cuanto a definir mi pintura, siempre es complicado. Los distintos estados anímicos van marcando etapas. Y estas en mi caso se dividen en períodos místicos, otros en momentos de idealismo donde cada composición pretende dejar un mensaje que uno considera importante; por etapas pintar es sólo diversión y goce sensorial, y allí aparece el humor encajado en la obra.
¿La realidad se transforma al pintarla o se refleja como parte de un ideal?
—Se transforma la propia realidad, y quizá una buena obra modifique el momento sensorial de quién la observa. Si funciona así, vale. Esto en el plano de la percepción artística. En cuanto a la realidad que estamos viviendo a nivel mundial, la imagen no es nada ideal para nadie. O sea que debemos dividir entre realidades abstractas y realidades concretas, y de allí podemos pensar en cuestiones de ideales.
¿En algunas de tus pinturas has plasmado situaciones que han sucedido en el pasado?
—Sí. Por ejemplo en uno de mis cuadros de la primera etapa que se titula “detrás del ruego”. Allí manifiesto mi tristeza por lo que entonces se llamó el “Apartheid de Sudáfrica”. Luego está liberación, que es una obra simbólica con un mensaje universal y atemporal. También el “Buenos días Miss Liberty” que fue inspirado por sucesos bélicos desarrollados por estados unidos.
¿Cuáles son tus artistas más admirados y de cuáles piensas que puedes haber recibido alguna influencia?
—Mi primera influencia es de un dibujante que nunca conocí el nombre. Yo tenía algo así como 5 o 6 años y me impactó el dibujo de un grillo vestido con galera y frac, y que gastaba un bastón de lo más elegante. Estaba en el frente de una caja de lápices de colores. Me enamoré de ese grillo de tal forma que lo dibujé muchas veces. De allí no paré casi nunca de dibujar. MI decisión de ponerme a pintar fue gracias a que vi unas láminas de pinturas de Dalí. También en ese momento quede shockeado y esa fue mi primera influencia fuerte. Luego mis inspiradores fueron Vito Campanella, Giger, De Chirico, el argentino Chichóni… Por eso hablaba de los momentos de crisis en el estilo. Uno mira las pinturas de estos genios y siente que se anticiparon, que uno tenía que haber pintado esas obras, que de algún modo ellos nos han robado algo, aunque nos estén dando mucho. En muy complicado no tratar de imitarlos, pero de algún modo, cuando se cruzan en nuestras vidas, ya dejan su impronta , una huella tremenda que se manifiesta en los detalles de nuestras creaciones.
¿Qué piensas del papel de las nuevas tecnologías como Internet en la promoción de la cultura y el arte?
—Que es un medio tremendo, que es agilísimo e interesante, y nos permite mostrarnos de un modo que nunca hubiéramos calculado ni imaginado. Para mí sigue siendo todavía algo mágico, que me llena de asombro constantemente, por muchos motivos que no sólo tiene que ver con el arte…
¿Creas para ti mismo como goce del arte considerando que en ese acto los ojos del observador conocerán tu interior?
—No pretendo que alguien conozca mi interior a través de mi pintura. En todo caso lo que intento es una forma de diálogo con quien observa los cuadros. De allí que por el modo, el estilo o los colores alguien intente conocer al ser humano que se disfraza de artista, es una cuestión que queda a criterio del observador. Y las interpretaciones pueden ser múltiples. Por ejemplo, muchas veces me preguntaron que esconde esta etapa metálica-robótica por la que estoy transitando. “Hay algo que ocultas de ti tras esas máscaras, tras esas especie de armaduras” Yo no lo sé, ni tampoco gasto desvelos pensando. Otras personas ven todo lo contrario: alguien que tiene una visión abierta, futurista de la vida, un sentido del humor algo morboso y que busca cierta originalidad. Pero también, por otra parte, me dijeron cosas de mí observando las obras, y he quedado sorprendido por la justeza de esas valoraciones. Creo que por momentos los cuadros son libros abiertos, diarios íntimos, aunque en mí no está esa intención. Más allá de todos los procesos y momentos, pintar es un goce, una tela en blanco es una ventana abierta hacia el infinito, algo que provoca sensaciones memorables.
¿Cuál consideras que es tu mejor obra?
—Es imposible saberlo. La última, o la que está naciendo sobre el caballete aspiramos a que sea la mejor, por muchos motivos. Pero el mismo proceso de creación, la rutina del trabajo, hacen que esa sensación primera tal vez se diluya un poquito, y la obra pase a ser parte de un todo, otro hijo más, otro parto más, un eslabón importante también de nuestra herencia artística, y no algo especial.
¿Consideras que pintar es una necesidad en ti?
—NO creo que moriría si dejo de pintar. (risas) Pero considero que es tanto parte de mí como un miembro más que se necesita en muchos momentos. He estado más de dos años sin tocar un pincel y pude sobrevivir sin mayores daños psicológicos… Ahora, si me peguntas si el “arte” es una necesidad para mí, te respondo que es más que eso: es mi sangre, mi razón de ser felíz, el escape y la motivación. No podría vivir de otro modo que no sea creando. Me considero afortunado pues en los momentos en que no podía pintar nada, he escrito poemas, cuentos, cinco novelas, obras de teatro, ( en las que he dirigido y también actuado) hago un poquito de música… Fundamentalmente es una forma de sentir la vida, y es lo que me permite expresarme en varios lenguajes diferentes que son parte de un todo.
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